jueves, 1 de abril de 2010

La lágríma del Delfín

Fernando Bernal se ha marchado. Se nos ha ido una persona imprescindible en la supervivencia de un club, el Estudiantes. Acudió al rescate del mismo siempre que éste se moría. En innumerables ocasiones y, jamás, sin querer ponerse en una sola foto ni colgarse (ni que le colgaran) medalla alguna por ello.
Fernando era de esas personas que dan un servicio por amor a un club y que no necesitaba reconocimiento. No lo buscaba, no lo necesitaba; seguro que intrínsecamente se sentía orgulloso y lleno de dicha al observar que el club sobrevivía a una muerte segura una y otra vez. ¿Cuántas veces, Fernando?

Este buen hombre se ha ido demasiado joven. Algunos ni siquiera conocíamos su enfermedad. Se le veía hace muy poco en las asambleas de accionistas del club y hasta en los partidos y no sabíamos nada.

Hoy, Enrique Ojeda (periodista del diario ‘As’ que tanto le apreció en los años 80 y que tan bien plasmó el baloncesto en prensa en esa etapa), me comunicaba que sabía que estaba malo. No teníamos otras personas constancia alguna.

Fernando Bernal es un desconocido para el aficionado de a pie, para el seguidor del baloncesto de hoy en día. Por eso deben saber que se ha marchado un señor que permite respirar a un club de 62 años, que le ha dado oxígeno cuando no lo tenía y que dejaba su profesión de abogado y su vida personal en cualquier momento en que se le necesitaba.

Fernando, como muy bien dice la web del club, lo fue todo en el ‘Estu’: jugador, entrenador de cantera y gerente en los años de los ‘valientes’, en los años de las vacas flacas, cuando el equipo dejaba de ser subcampeón. Se hizo cargo de la gerencia en los peores momentos de esa época, de 1982 a 1985, cuando no había ni un solo duro y desaparecieron todos los grandes jugadores de la primera plantilla subcampeona del Estudiantes Mudespa 1981, (se quedo uno –Izquierdo–). Lo que sabe poca gente es que puso dinero de su bolsillo para que no se derrumbara y desapareciera una plantilla que llegó a realizar una huelga en un día de entrenamiento reclamando el dinero que se le debía, incluso lo poco que recibía el entrenador de aquel año (82-83), pues éste lo necesitaba para subsistir. Y consiguió que el club no desapareciera en la parcela deportiva, ya que jugadores de ‘caché’ –los veteranos– convocaban esas huelgas.

No conocí y jamás crucé palabra con Fernando. Exclusivamente conocía lo que hacía de buena mano y sabía que era de esas personas que salvaban al club una y otra vez de sus crisis innumerables. Era un pilar, un sustento, un hombre por y para el club sin querer nada a cambio; sólo necesitaba que el ‘enfermo azul’ estuviera bien en su maravillosa fábrica de realizar el mejor deporte que él conocía desde que dejó de ser jugador junior en los años 70.
Se tragó y gestionó los años en los que la Caja Postal no ponía apenas dinero, cuando el equipo casi desciende en el 84, en aquel dramático ‘play-off’ por la permanencia que el equipo de Paco Garrido pudo superar frente al Magia de Huesca.

DESPRENDIDO
Me consta que Fernando, incluso enfermo, seguía apoyando en estos momentos tan delicados al club, y que de su bolsillo seguía saliendo la ayuda que fuera necesaria. Era de esas personas (hay que decir que las hay en la actualidad y ayudan anónimamente tanto como él) que acudió al rescate del Estudiantes hasta que éste va superando el concurso de acreedores y empieza a ver la luz después de un infinito túnel que todos creímos, en algún momento, que sólo tenía la desaparición como final.

Fernando Bernal se merecía ver sonreír al Estudiantes en el futuro. No es justo que se haya ido sin ver el resultado de tanta lucha.
Se ha marchado un héroe de verdad, una de esas personas tan necesarias dentro del club. Un irremplazable.

Descansa en paz, Fernando. Ahora que el Ramiro cumple su 70.º aniversario, los demás, los que sentimos el club y el ‘cole’ de verdad, lloramos tu marcha. Será como la lágrima del delfín. Ese animal tan inteligente y eficiente como tú.

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