sábado, 29 de octubre de 2011

Basket Rol

Hechos:
30 de abril de 1994.
Javier Rosado de 21 años, estudiante de Química, y su compañero de juego de rol Félix M.R. de 17 años, matan a un hombre por azar cuando este se encontraba en una marquesina esperando un autobús después de cumplir con su trabajo de empleado de la limpieza. Este muere tras asestarle entre los dos hasta 19 cuchilladas.
Javier y Félix siguen con su vida normal y acuden a clase como si nada hubiera sucedido y hasta se jactaban de lo logrado ante sus compañeros. Javier Rosado, ideólogo, lo hacía en las clases de Química de forma reiterada y le encantaba decir que aquel crimen que salía en la televisión lo había cometido él.
En España el caso conmociona a la sociedad, al tratarse de un asesinato cometido a través de los juegos de rol y de un juego bautizado como “Raúl”. La primera víctima fue Carlos Moreno, un empleado de limpieza de 52 años, al cual le toco por cuestión de tiempo ya que los asesinos, guiados por su juego, debían matar a otra persona desde las tres a las cinco de la mañana. Esta persona (una mujer) se salvó porque cuando fueron a por ella ya habían pasado las dos horas y a partir de las cinco de la mañana tenían que matar a un hombre “regordete y estúpido” y encontraron a Carlos, el cual agonizo durante quince minutos creyendo en todo momento que aquello sólo era un atraco.
Un trozo de guante de látex y un chivatazo por parte de otro compañero de juego a la policía hizo posible que se detuvieran a los dos asesinos tres meses después del macabro asesinato. Javier Rosado es condenado a 42 años de prisión y a Félix, ya en libertad, fue condenado a 12 años al ser menor de edad y porque se considero que fue arrastrado y obligado por su compañero a realizar el macabro “juego”- asesinato.
Daños colaterales en tres meses:
Centrados en el Baloncesto, yo tenía mi segunda oportunidad como entrenador de la cantera del Estudiantes en un cadete de segundo año. En el equipo tenía a muchos de los chicos que ya los había entrenado en la temporada anterior (92-93).
Yo tenía a un jugador muy disciplinado llamado Raúl. A Raúl ya lo conocía de la temporada anterior y era un chaval que acudía siempre a todos los entrenamientos y que sacaba sus asignaturas con muy buenas notas. Normalmente salía de titular porque se lo ganaba en los entrenamientos y porque tenía un carácter muy bueno para el puesto que ocupaba en el equipo.
Pero en esa primavera de 1994, Raúl desapareció del mapa. Me hizo una llamada y me dijo que tenía que faltar toda la semana, incluido el partido y que no podía darme más explicaciones. Que era un tema personal. Faltó a cuatro entrenamientos y al partido correspondiente de esa semana.
Yo no le quise dar tanta importancia y trabaje con todos los demás esos días en los que faltó Raúl. Pensé que el jugador tenía que estudiar más por exigencia de un padre muy serio, del cual yo sabía que era profesor de universidad y que mantenía una disciplina con el chaval sin pasarle ni una sola falta de disciplina tanto en el deporte como en los estudios. De estos padres que ayudan más que perjudican a un entrenador. Una “rara avis”.
Raúl se incorporo al equipo y pudo terminar la temporada con todos al completo.
En un torneo post temporada que jugamos en Arévalo, cerca del verano, fue cuando yo pude saber qué es lo que había sucedido con Raúl aquella semana de la que yo ni me acordaba y que sólo tenía, y tengo, apuntada su ausencia en mi control de asistencia de aquel año.

El padre de Raúl se acerco a mí antes de una comida y me pidió hablar a solas. Así lo hicimos y la conversación que tuvimos (yo era un chaval de veintiún años) fueron las palabras que más miedo me han dado y de esas palabras de las que uno nunca puede olvidar. Sólo me pidió que quedara entre nosotros dos hasta que su hijo fuera mayor de edad (Raúl tendrá ahora treinta y tres años).
Me dijo lo siguiente:
“Siento la falta de Raúl a entrenar durante una semana entera y un partido y te pido disculpas pero es que mi hijo ha estado protegido por la policía en mi casa a consecuencia del caso del asesino del rol. Los asesinatos se podrían haber multiplicado ya que la policía descubrió que el fin o el nombre del juego era igual que el nombre de mi hijo”
Le entendí en todo momento.
Yo sabía que el padre de Raúl era profesor de la facultad de Químicas y empecé a atar cabos.
El problema no es que mi jugador se llamase como el juego del rol. El verdadero problema residía en que se llamaba exactamente igual que su padre, objetivo final “probable” del macabro juego del rol, el cual parecía que tenía, como objetivo, más que una víctima.
Gracias a Dios que no jugamos al Rol.
Si al… Basketball.
El nombre de Raúl es ficticio por respeto a mi ex jugador y al padre del mismo.